Aunque se ha avanzado mucho en la reducción del trabajo infantil a lo largo de los años, en los últimos años se han invertido las tendencias mundiales luego de pandemia por COVID-19. En México, hay 3,7 millones de niñas y niños en situación de trabajo infantil, lo que representa una tasa del 13,1 %. Esta cifra, es 1,7 puntos porcentuales más que en 2019, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) 2022.
El hecho de que una niña o niño trabaje en ocasiones puede generar una situación de deserción escolar o que su rendimiento se afecte considerablemente. De igual forma les impone responsabilidades no aptas para su edad, les limita la convivencia con más niñas y niños y pone en riesgo su salud e integridad física. Además, perpetua el ciclo de pobreza.
El proyecto AccioNNAr que implementa la Oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para México y Cuba lleva a cabo diversas acciones para combatir y prevenir el trabajo infantil, específicamente en tres estados: Chiapas, Quintana Roo y Yucatán.
Cada 12 de junio, se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil con el objetivo de concienciar sobre esta problemática. Este año, el tema se centra en la celebración del 25 aniversario del Convenio núm. 182 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre la eliminación de las peores formas de trabajo infantil, que en 2020 se convirtió en el primer Convenio de la OIT ratificado universalmente.
Con este motivo, nuestras compañeras de la OIT en México, Aremy Alcocer González, Xixili Fernández y Gabriela Ramírez han entrevistado a varias tutoras itinerantes del programa para la atención al rezago educativo de la Secretaría de Educación Pública de Yucatán, quienes cuentan cómo identifican a las niñas y los niños que han caído en situación de trabajo infantil y las consecuencias en su desarrollo y desempeño.
El trabajo infantil está normalizado
Úrsula Sánchez Rocha es tutora itinerante en Tixcocob, en una escuela primaria. De su grupo de 12 niñas y niños, siete se encuentran en situación de trabajo infantil.
“Hay ayudantes de albañil, otro que trabajan en un taller automotriz, otros arriando ganado bovino y otros que limpian chiqueros. Tienen entre 12 y 14 años. Trabajan para apoyar la economía familiar. Digamos que está normalizado”, explica.
Úrsula explica que el hecho de que estos niños trabajen genera que pierdan el interés en la escuela y que esa decisión está reforzada por su situación familiar.
“Tuve un niño que trabajaba en una granja limpiando chiqueros y llegaba a clase y se dormía y llegaba sin comer, estaba completamente este desnutrido. Tuve oportunidad de localizar a su mamá, hablar con ella, sensibilizarla y se lo llevó a Quintana Roo y ahorita él está entrando a segundo de secundaria y ya no trabaja”.
Para Úrsula el acceso a la información y llevar pláticas a las madres, padres y personas cuidadoras puede ser una buena forma para combatir y prevenir el trabajo infantil.
Ya no consideran necesario el estudio
Marlene Isabel Díaz Ojeda, también tutora itinerante, ha visto algunos casos de niñas y niños realizando trabajo doméstico.
“Faltan de repente a clase por cuidar a sus hermanitos, porque mamá trabaja y ellos son los únicos. Les queda la responsabilidad de cuidar bebés, de cocinar, de atender a sus hermanos, porque ellos son los mayores”.
Ahora tiene algunos casos de niños que trabajan en un salón. Uno vende blusas chiapanecas y vive solo con su hermana en Yucatán y manda el dinero a sus papás a la sierra en Chiapas. Otro que trabaja con su papá como albañil y jardinero.
Marlene explica que, aunque hay niños que hacen un esfuerzo extraordinario, como este último que es albañil y jardinero que se ha empeñado en estudiar y es el primer alfabetizado en su familia, hay otros que simplemente deciden abandonar la escuela.
“Los niños se acostumbran a tener una ganancia y una vez de que a temprana edad tienen dinero y ven que pueden subsistir o apoyar entre comillas, ya no consideran necesario el estudio”, añade.
Niños en mundos de adultos
María Ceballos Cuevas es también tutora itinerante. En su grupo hay un niño que es mecánico saliendo de la escuela y por las noches ayuda a su a su mamá con la venta de comida; venden perritos calientes. Tiene 13 años.
“Llega a la clase sin ganas, se acomoda en la mesa y se duerme. Pero me explica que tiene dos trabajos porque tiene que pagar sus cosas y tiene que dar dinero para la casa para su comida y su ropa”.
Debido a esta situación este niño no ha progresado mucho en sus estudios, pero se ha mantenido con el 6 o 7 mínimos para poder terminar la primaria.
Además, por la naturaleza de su trabajo, está expuesto a situaciones que no deben vivir las y los niños. “Este niño me decía: “Ay maestra, si escuchara todo lo que lo que hablan los mecánicos. Es que hablan de las mujeres como objetos” y me decía que escuchaba insultos, faltas de respeto, definitivamente situaciones a las que una niña o niño no debe estar expuesto. Para María son necesarias las becas para los niños y los apoyos a la familia, oportunidades de trabajo para prevenir y eliminar el trabajo infantil.
Son niños tristes
Blanca Cecilia Moguel Ramírez trabaja en la atención para el rezago educativo en cuatro escuelas al interior del estado; en Motul, Uman, Progreso y en Mérida. Ella explica que las y los niños que trabajan además de no poner atención por el cansancio, se ausentan por largos lapsos de tiempo, se desaparecen de la escuela por el trabajo.
“Tengo alumnos que trabajan como ayudantes de albañil, que se van a hacer obras y luego de largo tiempo regresan. También hay niñas que trabajan como vendedoras ambulantes, venden comida. También tengo alumnos que trabajan en tiendas. Son chicos que aparte se encuentran desmotivados y en la escuela están super cansados y ya no quieren jugar con sus compañeros, no quieren salir del salón. También se ven emocionalmente afectados, pues es un niño triste que no puede hacer más que trabajar”.
Para Blanca el hecho de dar apoyos a las familias y lograr que también los padres y madres puedan tener grados académicos más altos, es decir terminar la secundaria o preparatoria, les brindará la oportunidad de conseguir mejores empleos y evitar así que sus hijas e hijos trabajen.
Es importante visibilizar la situación
Aremy Alcocer González es la coordinadora del programa para la atención al rezago en educación básica. Explica que brindan atención a niñas y niños de diversas edades, pero en su mayoría los de 11 o 12 años que aún no saben leer y escribir.
“Yo estoy segura de que, dentro de las casas están realizando trabajo infantil, pero eso nosotras muchas veces no lo podemos saber, porque nos enteramos del que está en la construcción, con el mecánico, en la panadería, pero a veces no nos comparten lo que hacen adentro de casa que en su mayoría responsables de los hermanos del quehacer diario porque crecen solos, no está papá, no está mamá”.
Para Aremy es importante ser más consciente de lo importante que es visibilizar la situación que viven las niñas y los niños que trabajan. “Somos una sociedad que cree que los niños no están muriéndose de hambre, somos una sociedad que pensamos que nuestros niños están bien en sus hogares y no estamos viendo lo que realmente sucede”. La educación es una de las herramientas fundamentales para combatir el trabajo infantil y ahí es donde pone su esperanza.
“Hemos podido comprobar que cuando estas niñas y niños ingresan de nuevo a la dinámica escolar y son motivados y apoyados han participado en muchas competencias de conocimiento, de oratoria. Es decir, hay una capacidad de resiliencia en estos niños y desarrollan muchas habilidades que incluso para aprender a leer y escribir, lo hacen muy rápido”.
Swisslatin / ONU Noticias (14.06.2024)