Guatemala: La lucha de las mujeres indígenas contra la discriminación y el racismo

Juana Sales y Alejandra García, dos lideresas indígenas de Guatemala, durante el Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas 2024. (foto ACNUDH Guatemala)

En el marco del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas, Noticias ONU habló con una líder guatemalteca para conocer cómo trabajan para poner fin al racismo y la violencia en un Estado donde, dicen, las élites no permiten el reconocimiento de la diversidad.

El padre de Juana Sales Morales nunca fue a la escuela, pero aprendió a leer y a escribir por sus propios medios. Durante el conflicto armado en Guatemala, se refugió en México juntos a otras personas del pueblo indígena Maya Mam, y cuando las condiciones de seguridad lo permitieron, lideró las negociaciones de su retorno.

Juana heredó su determinación y resiliencia: “Yo digo que combino los genes de mi papá con la idea de que alguien de nosotros debió haber estudiado. Durante el conflicto, me casé, tuve mi hijo, tuve problemas de violencia y me divorcié. Luego tomé una decisión personal; dije ok, yo me divorcio, pero ahora mi mundo va a ser distinto. Ahora mi reto es seguir estudiando. Tuve que empezar de cero porque mis documentos se quemaron durante el conflicto”.

También heredó las habilidades de liderazgo de su padre, con las que ha movilizado a otras mujeres en el país. Así, es una de las lideresas del Movimiento de Mujeres Indígenas Tz’ununija’, una iniciativa que reúne a 85 organizaciones y a través de la cual ha participado en el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas que tuvo lugar en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York del 15 al 26 de abril.

Siempre ha habido exclusión y marginación

Con más de 16 millones de habitantes, Guatemala no solo es el país más poblado de Centroamérica, sino que tiene uno de los porcentajes más altos de población indígena. A pesar de ello, según el último informe de la oficina de la ONU para los derechos humanos, persisten las desigualdades sistémicas, la discriminación y el racismo.

Juana observa que esto no es una situación específica del 2023, sino que viene arrastrada de muchos años porque, según cuenta, la situación de pueblos indígenas nunca ha estado bien: “Siempre ha habido exclusión y marginación”.

La clave, a su parecer, es la corrupción que hay y que fue especialmente visible en 2023, por todos los obstáculos que hubo durante el proceso electoral. En el Congreso, tras muchos esfuerzos y la creación de una alianza, hay una sola mujer indígena diputada.

“No hay voluntad política porque hay un sistema corrompido, que no responde a nuestros intereses. Creo que eso va a ser muy difícil de superar inmediatamente, a pesar del Gobierno actual, con todo lo que le ha costado llegar y ocupar el espacio”, comenta en una entrevista con Noticias ONU.

Otro de los retos fundamentales para Juana, es el racismo sistémico: “Hay una cooptación del Estado por unas élites que no permiten el reconocimiento de la diversidad, pero también hay racismo desde los imaginarios, desde las prácticas, desde lo legal, desde lo interpersonal; hay que luchar bastante y por eso para nosotros es clave poner sobre la mesa la discusión del racismo”.

La licenciatura, ese cartón

Juana comenzó de forma constante a alzar la voz en favor de los intereses de su pueblo desde los años 90. Sin embargo, se encontró con numerosos obstáculos por no tener un título académico estatal. Explica que, al tratar de hacer incidencia en espacios de Estado y de diálogo, era vista como “una señora”, a diferencia de “la licenciada” o “la doctora” a las que les daban la palabra.

Sin embargo, no se rindió. Decidió que estudiaría una carrera de nivel medio para hacerse con “ese cartón” que necesitaba para respaldar sus conocimientos y sabiduría.

Poco a poco, fue conectándose con el proceso de paz, y empezó a trabajar en Naciones Unidas en el año 2000 como traductora de idiomas. Más adelante, conoció al responsable de la misión de la ONU en el país, y gracias a la labor social que había realizado hasta el momento, se unió al equipo.

A pesar de estar trabajando a tiempo completo, decidió ir por más. “Terminé la licenciatura, la maestría. Cuando uno rompe el silencio rompe también con los estigmas, rompe con todo”.

Un imaginario social monocultural

Romper con todo, insiste Juana, incluye acabar con un imaginario monocultural compartido por toda la sociedad guatemalteca, que pone a los pueblos indígenas por debajo de los intereses de otras personas.

“Hay un imaginario racista en el que nosotros no somos importantes, somos de segunda categoría”, explica Juana. Sin embargo, confiesa que esos estereotipos los han internalizado y normalizado, por lo que es necesario tener discusiones introspectivas al respecto.
Juana reconoce que tomar conciencia es una decisión personal, pero a partir de ahí, es necesario organizarse. Constituido en 2010, el Movimiento de Mujeres Indígenas Tz’ununija’ ofrece formación a las mujeres indígenas y las capacita como lideresas, para que estén preparadas para generar propuestas y hablar en nombre de sus pueblos donde quiera que se encuentren.

En la iniciativa participan mujeres de los tres pueblos indígenas principales: maya, garífuna y xinka.

“Hemos trabajado para poner sobre la mesa de discusión la situación de violencia, pero vista desde la perspectiva de las mujeres indígenas. Cómo lo sentimos, cómo lo vivimos, cómo lo hemos enfrentado. El racismo lo estamos viviendo como una violencia”.

Para ellas, hablar de violencia contra las mujeres indígenas no es solamente algo de género, también existe la violencia política, la violencia obstétrica, la violencia en elecciones.

Más que reconocimiento

Tras décadas trabajando por posicionar los intereses de los pueblos indígenas encima de la mesa, Juana reconoce que ya no luchan por poder usar su indumentaria o hablar su idioma materno en público, algo que nadie les puede prohibir.

“Se va a exigir permanentemente para que haya más que reconocimiento, porque la gente sabe de sobra la existencia de pueblos indígenas. Hace falta respeto a nuestras formas y el respeto de la existencia misma. Respeto a los pueblos que conviven que cohabitamos el país. Se sigue dando la criminalización, el desalojo, el despojo. ¿Cómo se va a solucionar eso? Ese es el desafío más grande”.

Añade que, cuando hablan de tierra y territorio, les dicen que eso no se puede tocar. “Porque es propiedad privada. Porque hay intereses privados”. Pero el territorio para los pueblos indígenas no es solamente la geografía, sino que es conocimiento, es cultura, es cosmovisión, es la vida misma, afirma.

Para Juana, es posible armonizar sus formas de gobierno con la democracia. “Pero el Estado tiene que tomar conciencia y debe tener voluntad política para hacer. Puede haber leyes, pero si no hay mecanismos técnicos para aplicarlas no cambia nada”.

Swisslatin / ONU Noticias (09.05.2024)



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